viernes, 16 de julio de 2010

Derecho de admisión

Hasta increible puede resultar la amplitud del espectro cromático perceptivo, respecto de determinados temas: no es que se limiten a las justificables discrepancias entre el verde anaranjado y el anaranjado verdoso: lo que es blanco para algunos puede para otros ser más negro que el desánimo y el desencanto.

Tras años de escuchar y -aún hoy- seguir oyendo las denuncias que claman sobre la carencia de médicos; de leer las medidas que algunas comunidades autónomas podrían aplicar de cara a conseguir la "repatriación" de sus galenos emigrados; de ver como nuestros Centros de Salud, Hospitales, Residencias de Tercera Edad, etc... se fueron llenando de compañeros llegados de "un poco todas partes" con el marcado inconveniente, en algunos casos, del total desconocimiento de nuestro idioma o costumbres. Tras vivir la sobrecarga que supone el no encontrar al compañero con el que sustituir las vacaciones ó demás motivos de ausencia de otros... Ahora hay medios, en algunos casos disfrazados de informes pseudooficiales, que aseguran que nunca tuvimos tales deficiencias y que no fue más que la consecuencia de un inadecuado reparto...

(...espacio para la crispación, el llanto, o lo que uds. sientan...)

¿Y como es posible que mientras una buena mayoría aboga por medidas como el Copago o el mayor recorte del gasto farmacéutico, para aliviar el EPOC del sistema, otros sean capaces de apostar por el enorme dispendio que suponen un AP-Madrid o la ampliación de una ya existente elección de médico?.

Entiendo la necesidad de una ampliación en la libre elección de médicos, aunque me resultaría más fácil entenderla en el contexto de un sistema más saneado, del que no se cuestionase la viabilidad económica y con las actuales y lógicas limitaciones de una circunscripción geográfica.

Lo que yo reivindicaría -tímida y racionalmente- es un cierto derecho de admisión o -si lo prefieren- la libre elección de pacientes. Su aplicación resultaria de gran utilidad en aquellos Centros dotados de varios profesionales y contribuiría a aumentar la dignidad de nuestra profesión y el respeto por nuestra labor. Sería como medicina preventiva contra esa minoría constituida por los irrespetuosos, los que entran exigiendo, los que pretenden utilizarte confundiéndote con el dependiente de un autoservicio (con todo el aprecio que, por supuesto, me merecen estos empleados), aquellos que -no sintiendo ningún respeto por la planificación de tu agenda y su influencia en la calidad asistencial, o por los demás pacientes- siempre acuden sin cita previa, o contra los que demandan visitas domiciliarias o urgencias injustificadas. 

(...espacio para la fantasía y el sueño, o lo que uds. sientan...)

Tal y como están las cosas, tal y como prometen estar y sin un mínimo contrapeso como el que reclamé en el párrafo anterior, acabaremos siendo más complacientes que aquellas señoras de los salones de baile de antaño, a las que se entregaba un vale por canción, aunque sin la posibilidad de aliviarse argumentando un cierto dolor de piernas.



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